
Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras
Una entrevista con Gabriela Pineda, de la Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras
Por Laboratoria – nodo Sur de Europa
Gabriela Pineda vive en Tegucigalpa, Honduras. Tiene cuarenta y dos años, es mamá de ocho hijos, seis chicos y dos chicas, y abuela de tres nietos, dos varones y una niña. Pertenece a la Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras, organizada desde el 27 de septiembre de 2015 y presente no solo en Tegucigalpa sino también en territorios comunitarios de otros departamentos del país, como La Esperanza, La Paz o Choluteca y en muchos barrios populares de la periferia de la capital. Este verano conversamos con ella sobre su organización, sus demandas, el panorama global actual y las posibilidades de un internacionalismo feminista
Laboratoria Sur de Europa. Cuéntanos cómo nació la Red de Trabajadoras Domésticas de Honduras: ¿en qué momento social y político empezaron?
Gabriela Pineda. Somos una organización de base social feminista. Por medio del Centro de Estudios de la Mujer – Honduras recibimos una invitación, como mujeres trabajadoras domésticas remuneradas, para participar en una escuela que se llama Intercambiando saberes, construyendo poderes. El objetivo era desmontar la romantización que existe y ha existido en torno al trabajo doméstico remunerado.
En Honduras lo llamamos trabajo doméstico y creo que también la organización ha dado lugar para nombrarnos a nivel nacional e internacional. Inicialmente nos reuníamos 34 mujeres de la colonia Los pinos, Villanueva, Torocagua, Nueva Capital, Santa Ana, que es un municipio aledaño a Tegucigalpa, y luego nos organizamos en diferentes comisiones.
Somos una organización horizontal. No tenemos junta directiva y funcionamos a través de comisiones: la comisión de comunicación, la de educación y la política, que es la que hace todo el cabildeo ante las autoridades y es también gestora de otros procesos de formación
LSE. ¿Son solo trabajadoras domésticas las que están en tu organización o hay otras personas que colaboran o apoyan?
GP. Solo hay trabajadoras domésticas y específicamente lo que politizamos es el trabajo doméstico remunerado, especialmente en las mujeres, porque nuestra legislación son ya 70 años que no ha sido reformada y lo único que se menciona son los derechos génericos que tenemos como clase trabajadora. Esto ya evidencia la discriminación.
A los compañeros varones que pueden ser motoristas, chóferes o guardias de seguridad pues sí les regula una ley, no sólo del Código del Trabajo, sino también en cuanto al salario mínimo, existe ya una tabla con los derechos garantizados, etc. En cambio, para las mujeres, que somos el 70% en este país, el trabajo doméstico es un trabajo inmediato que se inicia desde niñas, es el primer trabajo que podemos tener en países empobrecidos como el de Honduras, pero es un trabajo que está segregado y, por ejemplo, nuestro código del trabajo nos dice que los feriados de fiesta nacional solo los podemos vivir medio día, es decir, seis horas consecutivas y luego que los periodos de descanso son de 10 horas, es decir, que una trabajadora doméstica puede trabajar hasta 14 horas diarias.
También se alarga el tiempo de periodicidad o de prueba de dos a tres meses, cuando cualquier trabajador o trabajadora a partir de dos meses ya es un trabajador permanente y no está semicontratado, como es el caso de las trabajadoras domésticas.
LSE. ¿En Honduras está ratificado el Convenio 189 de la OIT sobre las trabajadoras y los trabajadores domésticos?
GP. No, ha habido muchos esfuerzos, la Red ha sido pionera en establecer mesas institucionales donde participan no solamente el Ministerio de Trabajo, el Ministerio de Salud, sino también algunas comisiones específicas del Congreso Nacional de Honduras. También acudimos al Poder Ejecutivo, nos hicimos ilusiones, con eso de tener una presidenta mujer, pero realmente no hubo ninguna respuesta favorable con respecto a la ratificación del convenio 189 y queda pendiente por trece años. Este gobierno al entrar lo único que hizo por las trabajadoras domésticas fue abolir la ley de empleo por horas, que para las trabajadoras domésticas suponía que solo nos pagaran 19 lempiras con 25 centavos la hora de trabajo (0,60 céntimos de Euro): fue lo único positivo que se realizó.
Las autoridades nunca han reconocido que el trabajo doméstico empobrece específicamente a las mujeres y a las niñas y que su feminización trasciende las fronteras. Honduras es un país donde se expropian los bienes comunes y la gente tiene que salir. Entonces cuando las compañeras se incrustan en el camino de la migración (ahora hay un corredor desde Guatemala hasta Canadá y también a Europa), el trabajo doméstico y de los cuidados es el primero que hay, al que pueden acceder.
¿Cómo revolucionar? Esa es la pregunta, porque sensibilizar lo hacemos todos los días a través de campañas y eventos, pero ya revolucionar yo creo que no llega, aunque haya mucha tecnología en nuestras vidas. La sensibilización es algo que no ha florecido en nuestros países empobrecidos, incluso el mismo gobierno ha tratado de despolitizar la palabra trabajo, hablando solo de cuidado.
En Honduras el mismo código del trabajo expresa lo amplio que es el trabajo doméstico: no solo hacemos actividades de limpieza, lavar, planchar, cocinar, cuidar niños, niñas, sino también el cuidado de adultos. Es todo un paquete que entra ahí como trabajo doméstico. Por otra parte, el cuidado siempre ha estado presente en nuestras vidas, inicia cuando nosotras venimos de nuestras comunidades, cuando dejamos a nuestros hijos, cuando las madres dejan a sus hijos al cuidado de otras mujeres o de otros familiares, el cuidado siempre ha estado en la globalidad, el cuidado ha estado en todo.
Hay compañeras que están organizadas fuera de la Red de Trabajadoras Domésticas, que pertenecen a cooperativas y otro tipo de organizaciones que están inmersas en el impulso del cuidado, pero en verdad lo que hacen es romantizar y despolitizar la palabra trabajo, que al final es por lo que luchamos, que es la convicción que nos tiene hoy aquí.
LSE. ¿Cuál es la reivindicación que están haciendo en la actualidad las trabajadoras de la Red?
GP. Hay un colectivo que está trabajando específicamente en la propuesta de un sistema integral de cuidados remunerados y no remunerados, pero la Presidenta del país ha dicho que no hay recursos para realizar estos cuidados comunitarios. Esta es una propuesta pionera y necesita tener una estructura física, por ejemplo una guardería para que nosotras las mujeres dejemos a nuestros hijos ahí, para que ofertemos un servicio. Por otro lado, las trabajadoras domésticas buscamos especializarnos: precisamente en la RTDH existe una especialización de competencias laborales que certifica las habilidades y la especialización de las compañeras en manipulación de alimentos con sus diferentes técnicas, en la limpieza y cuidado de la ropa, en la limpieza e higiene del hogar y también en el cuidado pediátrico y geriátrico. Esta especialización permite validarse frente a la empleadora y así crear un mejor escenario para negociar un mejor contrato y salario.
LSE. Al principio nos has dicho que la Red es una organización feminista. ¿Les ha costado mucho definirse como feministas?
GP. Lo hemos tenido desde un inicio muy claro. Para mí ser feminista es la lucha integral que tenemos como mujeres en el mundo y en el trabajo, independientemente de la profesión, oficios o especialización. Es verdad que con las organizaciones feministas que hay en Honduras ha costado mantener relación, ha sido difícil. Creo que el feminismo en Honduras como en otros lugares es un poquito clasista, también es gremial. Es como que no somos iguales y no es que te lo dicen, sino que te lo hacen sentir, cuando vas a una reunión y se dicen para sí “¿cómo que con toda la carga de trabajadora doméstica y sabe pensar?”. Creo que al movimiento le ha costado, no ya sensibilizarse, sino reconocer nuestra realidad.
LSE. Con respecto a las guerras que se están dando por ejemplo en Palestina y en otros territorios, ¿cuál es su posicionamiento? ¿Discuten, hacen análisis con respecto al avance del fascismo en el mundo?
GP. Sí, tenemos análisis de contexto, hacemos una lectura desde nuestra realidad, porque muchos compañeros y compañeras familiares son migrantes. Lo vivimos también aquí al interno, porque los gobiernos, para fortalecerse, compran armas en lugar de alimentos, independientemente de que estemos lejos de Palestina hay repercusión y empobrecimiento. La contaminación y todos los problemas ecológicos, las guerras pequeñas que los mismos gobiernos provocan llegan también a nuestros países para empobrecerlos, para vender los recursos y los bienes comunes.
Hay una precariedad laboral en general, no es solo en el trabajo doméstico, sino a nivel de docencia, salud, en los trabajos esenciales, etc. Lo único que mejora son los derechos laborales de las instituciones del Estado. Las y los diputados presentan anteproyectos de ley para agrandar sus derechos laborales y a las policías nacionales. La policía tiene el uniforme libre, su comida resuelta, el transporte gratis… ningún otro trabajador vive con tanto privilegio. Dotar de más armas a la policía, crear más unidades para estar presentes no solo en la capital sino en diferentes lugares como las colonias que se les denomina “calientes”, policializar las ciudades, etc., es un riesgo para las mujeres, porque donde hay más controles hay más abuso policial. Este gobierno no parece de izquierdas, ni socialista, porque lo que hace es proteger a la policía nacional.
Vemos que se instalan esos campamentos de la policía, de militares, de las fuerzas armadas, a la par vemos que llega mucho la droga y los desaparecimientos exprés en comunidades específicas, puede ser mi hermana, mi sobrina, hay desaparecimientos exprés de niñas de 14 a 16 años, se desaparecen entre 24 y 72 horas… Si la policía llegara a cuidar, estaría bien, pero llegan a invadir con sus drogas, eso es lo que nos da más miedo, por lo menos a nosotras que tenemos hijos en edades de adolescentes. Es muy fácil agredir a un niño y golpearlo y no solo eso, sino llevarlo a los tribunales, colocarle droga o llevarlo a una escena del crimen porque eso es lo que pasa aquí en Honduras.
LSE. En todo este contexto que nos ha tocado vivir, sabemos que la organización es importante: es necesario que estemos juntes en todos los campos, en todas las convivencias, escuchándonos unas a otras, también internacionalmente. Nosotras hablamos de internacionalismo feminista, ¿te dice algo esta palabra?
GP. Yo creo que uno de los ejes internacionalmente es entender que este planeta es nuestra casa común. No tenemos para donde ir si se termina el planeta. Por otro lado, yo creo que los acercamientos y los intercambios de experiencias a nivel internacional fortalecen mucho: es una herramienta fundamental porque cada una le ha puesto arte, le ha puesto música, y conocer lo de otras nos fortalece. Además, en cada país hay una compañera que va transitando por el mundo y cuando conocemos su lucha podemos remitirla a otro colectivo para que le apoye, para que no esté pasando episodios de violencia, de trata de personas.
Si todas y todes nos quitamos los egos podríamos unificar las luchas, porque al final la lucha no es ninguna convicción aislada, la lucha es por la vida y por la vida en dignidad, la vida con garantías, la vida en un goce pleno, con risas, con recreación, no solo agobiadas, no solo pasando el día a día, sino que realmente tener estas experiencias de vida. Yo creo que esto es lo que existe en el imaginario de las que queremos construir. Pero luego está el día a día, aquí en Honduras es muy triste ser trabajadora doméstica: no porque sea un trabajo indigno sino por las condiciones laborales, que nos van enfermando y más a las que pasan de los 50 años: todo ese despojo desde la infancia deja la vida adulta llena de enfermedades y no hay ni siquiera un sistema de seguridad social que nos acoja.
LSE. Para despedirnos, ¿tienes algo más que contar?
GP. Las trabajadoras domésticas o del hogar somos pedagogas, replicamos en las otras los procesos de formación. Yo les digo a las compañeras: la decisión es de ustedes, si se quieren organizar o no, pero una vez que entran no se van igual, no se van de la misma manera. Usted puede organizarse, pero aquello que aprendió, usted lo instala primero en la familia y luego en la comunidad. No hay necesidad de publicarlo: la gente se da cuenta, la gente mira la diferencia y la reconoce y eso me parece muy bonito.
En cuanto a la articulación, a la Red le ha tocado con el movimiento de la lucha por los bienes comunes, también con la academia porque no hay nada escrito sobre el trabajo doméstico y sobre quienes somos las trabajadoras domésticas. Yo creo que ha sido muy importante tener un acercamiento con la academia y también con asesores legales, porque la idea es construir con argumentos, hay que legitimar y construir con argumentos que puedan validar las luchas y sobre todo saber que el proceso que vivimos nos determina, nos marca el camino como colectivo.
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