Autoría: Araceli Osorio Martínez.

Artículo publicado en Desinformémonos.

Organizando la digna rabia y sumando saberes desde la tierna y alegre rebeldía.

Hoy es sábado y estamos en México, país que ocupa el primer lugar en índices de feminicidio y segundo en transfeminicidios en América Latina. Y no, no son solo cifras, son vidas, son proyectos que, sí bien son individuales, son más que eso porque se tejen con cariños, amistades, esperanzas, con profundo amor a la vida. Hablamos de familias destruidas, de cómo estos crímenes trastocan lo comunitario y provocan ruptura profunda en lo social, porque evidencian desigualdad y discriminación.

Hablamos de crímenes de odio y hablamos de la responsabilidad del estado en su continuidad y aumento en cifras y en los rasgos de brutalidad con la que son cometidos, un gobierno que al día de hoy no sólo no reconoce sino que minimiza, y al minimizar, niega en los hechos la urgente necesidad de atender el tema de la violencia de género contra poco más de la mitad de la población a la cual gobierna: las niñas y mujeres.

No fue suicidio fue Feminicidio

El 3 de mayo de 2017 cambió mi vida y la de mi familia, la de mi comunidad. Mi hija Lesvy Berlín Rivera Osorio fue víctima de Feminicidio a la edad de 22 años. Su cuerpo sin vida fue abandonado en el campus central de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y, aún con total evidencia de un asesinato se habló de un suicidio.

No estamos todas, pero no estamos solas

Dos días después del Feminicidio de mi hija, el 5 de mayo de 2017 un contingente de más de 2,500 personas, en su mayoría mujeres jóvenes, estudiantas, feministas, marcharon dentro de la Ciudad Universitaria de la UNAM, evocando la voz a Lesvy por primera vez y exigiendo a los funcionarios de la UNAM que se aportará la información necesaria y suficiente a las ahora fiscalías correspondientes para el total esclarecimiento de los hechos, así como castigo al responsable de su Feminicidio. Sin embargo, los encargados de investigar lo hicieron de manera indebida, cometiendo acciones y omisiones graves en el proceso judicial, contrarias a la verdad y al debido proceso, violando derechos humanos fundamentales no sólo en memoria de Lesvy, sino contra mi familia, nuestra comunidad y la sociedad en su conjunto al obstruir nuestro acceso a la justicia. Su actuar con dolo, después de más de tres años, sigue impune, no se han fincando sanciones a dichos servidores públicos, a pesar de las denuncias formales y oportunas señalando no sólo las fallas al debido proceso judicial sino también a los perpetradores de las mismas por nuestra parte.

¡Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven!

Cinco meses después, el 18 de octubre de ese mismo 2017, logramos desde la sororidad y la solidaridad, después de un trabajo arduo y la cooperación de diversas personas especialistas en su materia que el delito se reclasificara de homicidio simple doloso (suicidio) a Feminicidio agravado. Una vez que se aportaron los elementos que permitieron que se corrigiera el curso de la investigación, el procesamiento de datos y se incorporara la perspectiva de género al trabajo de quienes tenían a su cargo el proceso en esa etapa y las posteriores. Participaron muchas personas y de muchas maneras diferentes en este proceso de justicia a la manera feminista.

Nuestro derecho a la verdad

Un año después del asesinato de mi hija, el 2 de mayo de 2018, la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió la recomendación 1/2018 en su memoria, reconociendo la falta de debida diligencia reforzada en la investigación y la negligencia en la atención prestada hasta ese momento a nuestra familia, evidenciando con ello el nulo interés y compromiso por parte del estado mexicano para la erradicación de la violencia contra las niñas y mujeres, ya que aún con la obligación de la sentencia denominada «Mariana Lima Buendía» (el caso de una mujer víctima también de Feminicidio) de investigar desde un inicio toda muerte violenta de mujeres como feminicidio hasta en su caso confirmarlo o descartarlo, los llamados “operadores de justicia” desconocen o consideran su contenido letra muerta. Lo que nos suceda no les importa, para estos operadoras nuestras vidas no valen, para nosotras todas las vidas importan.

Memoria viva, memoria que camina

Dos años después de que Lesvy fuera asesinada, el 2 de mayo de 2019, tres disculpas públicas se ofrecieron a la memoria de Lesvy, a su familia, a su comunidad y de manera espectral a la sociedad en su conjunto, como un acto de RECONOCIMIENTO DE RESPONSABILIDAD, por parte del las instituciones encargadas de administrar justicia a escala federal y local. Las disculpas fueron aceptadas como «palabra empeñada» por parte de mi familia. Otra de nuestras demandas más sentidas también se impuso y, unos días después, el 7 de mayo se anunció la creación de la Fiscalía Especializada para la Investigación del Delito de Feminicidio para la CDMX, con la Fiscal Sayuri Herrera Román como titular el 8 de marzo de 2020, una compañera en quién confiamos por sus habilidades profesionales y por su caminar común con las luchas de mujeres.

Justicia tardía

Dos años después, el 11 de octubre de 2019, logramos por fin un fallo condenatorio, días después se emitió la sentencia por 45 años de prisión en contra de Jorge Luis González Hernández por el delito de Feminicidio Agravado en contra de mi hija Lesvy. Decisión que ha sido apelada por González y sus abogados y que para este octubre de 2020 todavía no ha sido resuelta debido, en primer lugar, a la contingencia mundial en materia de salud y, en segundo lugar, por un nuevo recurso de amparo que el acusado interpuso contra la sentencia.

Considero, la justicia para Lesvy después tres años ha sido un ejemplo de justicia tardía y, sin embargo, ha permitido generar esperanza entre familiares de otras víctimas de feminicidio que también buscan justicia, así como caminar junto con las más jóvenes en la exigencia de memoria, justicia y reparación integral del daño, haciendo énfasis en las medidas de no repetición.

Ya no somos las mismas, ahora caminamos juntas

A poco más de tres años del feminicidio de mi hija, hemos aprendido a restarle al miedo y el dolor, a organizar nuestra digna rabia y defender la vida y la alegría, nuestro esfuerzo individual y colectivo está bien resguardado en el acompañamiento desde el reconocimiento, el cariño y la sororidad.

¡NI Una Menos!, Ni Una Mujer Asesinada Más!, ¡VIVAS Nos Queremos!

Araceli Osorio Martínez. Egresada de la UNAM y parte de la Comunidad Universitaria donde se desempeña como docente y bibliotecaria, es también activista social desde 1989 año en que ingreso al Colegio de Ciencias y Humanidades Sur donde posteriormente representó a su comunidad estudiantil como Delegada al Primer Congreso General Universitario con carácter resolutivo en 1990. Su labor en el ámbito de los derechos sociales de las mujeres a raíz del Feminicidio de su hija, nuestra Compañera Universitaria Lesvy, se ha orientado desde hace ya más de tres años a visibilizar y exigir justicia en los casos cada vez más frecuentes de violencia de género contra niñas y mujeres. Ha recibido entre otros, los reconocimientos «Premio Raquel Berman a la Resiliencia femenina frente a la adversidad» en 2019, que otorgan la Fundación del mismo nombre y la CNDH, así como la medalla al mérito «Hermila Galindo» 2020, galardón otorgado a través de la Comisión de Igualdad de Género del Congreso de la CDMX.