Los territorios domésticos, los territorios indígenas, campesinos y comunitarios y los territorios del trabajo precario, popular, migrante y callejero han quedado normalmente fuera de lo que se entiende por “trabajo”, y por lo tanto de lo sindical, subordinados e invisibilizados por el trabajo asalariado masculino blanco. Queremos insistir en la interpelación feminista “¿cuál es tu huelga?”, que ha permitido romper las fronteras entre producción y reproducción, y pensar nuevas relaciones entre sindicalismo y comunidad.

En estos años, el movimiento feminista transnacional ha tomado como bandera la lucha contra la deuda. Hemos dicho aquí y allá ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos! ¡Nosotras contra la deuda! ¡Nos deben una vida! ¡No debemos, no pagamos!. Nos proponemos hacer un mapeo y relevamiento de las luchas contra el extractivismo financiero en distintos territorios y encontrar sus puntos de conexión, desde los procesos de urbanización en las periferias de Buenos Aires, hasta la lucha contra los desahucios en Madrid, pasando por los procesos de despojo de servicios públicos y de endeudamiento público y privado.

El movimiento feminista ha politizado en los últimos años de manera masiva y radical la crisis de la reproducción social como crisis a la vez civilizatoria y de la estructura patriarcal de la sociedad. Contra estas fuerzas de desestabilización, el impulso fascista se puso en marcha proponiendo economías de la obediencia para canalizar la crisis. En este marco,  el feminismo como fuerza capaz de incidir en el punto de sutura entre neoliberalismo y fascismo, también está en disputa.  Nos proponemos mapear a nivel trasnacional las formas de esta contraofensiva para producir conceptualizaciones y diagnósticos sobre la alianza entre neoliberalismo y fuerzas conservadoras.
“Ni una menos” fue el primer grito que sacudió el planeta activando un nuevo impulso feminista a escala global. La politización de la guerra patriarcal contra las mujeres y personas generodisidentes ha ido de la mano de la visibilización de la interseccionalidad de esa violencia con otras violencias de raíz económica y colonial. Tras los primeros ensayos de escrache como modo autoconvocado de señalamiento y visibilización, se ha abierto el debate sobre las formas de justicia feminista más allá del punitivismo, impulsado por grupos feministas implicados en la lucha contra la industria carcelaria, así como por el feminismo comunitario.
Desde las luchas feministas y populares, el trabajo de cuidados y de sostenimiento cotidiano de la vida se ha puesto continuamente en el centro como dinámica de supervivencia en las crisis, pero también como práctica del vínculo y las alianzas, como fuente de resistencia contra las dinámicas extractivistas y como lógica antagónica a la acumulación de beneficio. En el momento en que se reconoce que la explotación (y la lucha contra ella) no se realiza únicamente sobre el trabajo asalariado sino también, y ante todo, sobre la reproducción social (la propia sociedad) al igual que sobre los ecosistemas naturales y humanos, el campo de batalla se ensancha e incluye ámbitos antes invisibilizados.
Históricamente las mujeres nos movemos con nuestras tribus buscando los ríos donde haya agua y se pueda sembrar. Lo nuevo no son pues nuestros éxodos por una vida que se pueda vivir y celebrar, lo novedoso son las políticas heteropatriarcales y racistas que producen nuestras vidas como ilegalizadas y vulnerables, que condenan nuestros cuerpos y nuestras historias a sufrir muchas formas de violencias: institucional y social, pública y en espacios privados y por parte de nuestros pares.
Los estados y sus leyes, sus fronteras internas y las que estiran hasta los territorios desde los que nos fugamos, ilegalizan nuestras presencias en sus territorios para impedir que nos organicemos, que nos reconozcamos con otras. Apostamos por eso por interpelar a todos los feminismos que quieran dejarse atravesar por nuestras vidas y tejer complicidad con nosotras. Queremos construir con muchos feminismos radicales formas concretas de agrietar las narrativas que nos representan y quieren gobernar como víctimas. Somos fugitivas y con nuestro movimiento desafiamos los ismos contra los que tú también peleas, encontremos intersticios donde nuestras luchas se crucen.
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