Esta no es una carta que reclame derechos a los ricos y poderosos. No es una carta de abajo arriba. Es una carta de abajo a abajo, que busca hacer más densa nuestra red de alianzas.

Somos mujeres, personas trans y disidencias, todas precarizadas, empobrecidas y hartas de ser víctimas del sistema cisheteropatriarcal capitalista y colonial. Estamos en los hogares, cuidando de abuelxs y niñxs; en los campos, recogiendo la fresa y envasando el tomate; en el polígono, haciendo la esquina o repartiendo paquetería; estamos en servicios públicos cada vez más desmantelados, acogiendo y sosteniendo, en los barrios, tratando de crear espacios de apoyo mutuo y creación colectiva. Peleamos todos los días por derechos arrebatados, por espacios dignos donde vivir y convivir, por dejar de ser pobres en bienes, tiempos y vínculos.

Durante la pandemia constatamos que no podíamos encerrarnos sin más en los hogares, como nos pedían, porque entonces estábamos perdidas. Nos buscamos, organizamos bancos de alimentos, escuelas de salud, cajas de resistencia. Y descubrimos que organizarse es empezar a vencer. Que el cielo es aquí abajo, entre nosotras.

Estamos convencidas de que el feminismo es un motor de cambio indiscutible cuando desbarata las casillas y pone en el centro la vida concreta de las mujeres, de las personas trans, de las disidencias, de las comunidades en rebeldía. Por eso queremos ser más. Queremos multiplicar las tramas de cooperación, apoyo mutuo, lucha compartida entre nosotres.

Con esta carta os invitamos a construir, día a día, un feminismo sindicalista comprometido con:

  • Defender la abolición de la Ley de extranjería, que nos divide, que es utilizada para ponernos unas contra otras y para precarizarnos más aún a todas. Urge que todos los sindicatos y organizaciones asuman como propia esta reivindicación. La explotación laboral de compañeras de otros países no puede ser la base del funcionamiento de nuestra sociedad.
  • Buscar estrategias de apoyo mutuo frente a los laberintos de la legislación de extranjería, poniendo en marcha mecanismos de trabajo conjunto que nos permitan compartir conocimientos.
  • Ampliar las iniciativas que permitan el empadronamiento de compañeras, puesto que éste supone el primer obstáculo para que sus vidas dejen de considerarse «fuera de la ley». La legislación actual ha propiciado la aparición de mafias que se lucran de la desesperación de personas trabajadoras.
  • Tratar a las compañeras migrantes como iguales que son. La jerarquización racial que opera en el mundo debe quedar fuera del movimiento feminista: primero, por una cuestión de justicia, y segundo, porque reproducir dinámicas propias del heteropatriarcado nos debilita.
  • Ser escudo frente a los ataques contra las trabajadoras sexuales, estén organizadas o no. Cualquier debate teórico es menos importante que su integridad. Debemos poner fin a la utilización de sus vidas para saldar otras peleas. Respeto y apoyo a su protección, a sus derechos, a sus estrategias de supervivencia y a sus formas de organización.
  • Ser escudo frente a los ataques a las personas trans, que son discriminadas por el sistema cisheteropatriarcal. Nuestras formas de hacer deben estar basadas en la escucha, la comprensión y el respeto.
  • En caso de contar con espacios de reunión, ponerlos a disposición de las mujeres y personas trans que quieran organizarse, o que ya lo estén haciendo. Dos años de aislamiento social han hecho mella en todas nosotras, a nivel tanto individual como colectivo. Necesitamos espacios de encuentro que nos permitan reencontrarnos, reconocernos, enseñarnos unas a otras, acompañarnos, abrazarnos para fortalecernos.
  • Poner en marcha mecanismos para el intercambio de formación, conocimiento y herramientas. Trabajar de manera autónoma es compatible con la cooperación. Unidas somos más fuertes, también más rápidas.
  • Explorar formas sindicales a la altura del contexto de desregulación y precarización extrema que vivimos, atreviéndonos a construir alianzas y coordinaciones impensadas, a romper con inercias y a abrir frentes más allá de la división trabajo-no trabajo.
  • Dar prioridad a las luchas que se están librando en el ámbito de los cuidados y de la tierra, en tanto que elementos fundamentales de sostenimiento de la vida en este planeta.
  • Ser sensibles a la sobrecarga que viven quienes sostienen por amor o a la fuerza los cuidados de niñxs, ancianxs y otras personas con necesidad intensiva de atención. Urge favorecer espacios de descanso y descarga para las cuidadoras, así como mecanismos de socialización de los cuidados.
  • Apoyar la desobediencia a toda la deuda hipotecaria, estudiantil, financiera o de consumo. Tiene que quedar claro que el dinero que nos reclaman lo tiene el patriarcado y que la deuda es con nosotras.
  • Construir formas de autodefensa y apoyo mutuo frente a las violencias machistas a las que se enfrentan mujeres, personas trans y niñxs. Sabemos que van dirigidas a mantener la sumisión y el control sobre nuestras vidas.
  • Construir formas de autodefensa y apoyo mutuo frente a las violencias racistas, tránsfobas, homófobas, capacitistas, en todas sus formas, que buscan legitimar la desigualdad y hacen de determinados grupos sociales chivos expiatorios de todos los males.

Es desde estos convencimientos, y desde estas propuestas concretas, que proponemos ampliar y fortalecer nuestra lucha, desde abajo, escuchándonos, tejiendo entre nosotras, colocando en el centro las condiciones materiales de la existencia y entendiendo que la teoría y la praxis feminista no surgen de ningún mundo abstracto de las ideas, sino de la vivencia cotidiana de las opresiones que nos atraviesan.

#VivasLibresyDesendeudadasNosQueremos

Desde Madrid, Bilbo, Sevilla, Manresa, Cádiz, Planeta Tierra

1 de mayo de 2022