Autoría: Alida Díaz, arquitecta.
Si los trabajos esenciales y necesarios para subsistir, si hacer la comida, limpiar, criar lxs niñxs son trabajos aprendidos como cualquier oficio, que se repiten cada día en cada casa generación tras generación y de manera no retribuida, somos las hacedoras de estas tareas las que debemos decidir donde localizarlas, cómo hacerlas, con qué técnicas, cómo y a quienes dedicarlas y con quienes compartirlas.
Que el hombre entre en la cocina no es la solución para resolver la desigualdad que esto supone.
Desde hace siglos, en el corazón de la casa, en su configuración espacial, en ese espacio nuestro privado doméstico, se esconde la actividad de reproducción y cuidados que sostiene la maquinaria social. Ese trabajo acumulado descomunal sigue atomizado dentro de millones de viviendas, disfrazado de gestión privada y personal de los hogares.
Cuando decimos comida, niñxs, limpieza estamos hablando de cuestiones económicas y espaciales, de la infraestructura material de la vida de todxs.
Hoy no poder afrontar el alquiler, sufrir violencia en casa, los cuidados, la crianza, la educación, el teletrabajo, la ayuda a lxs mayores, la gran concentración de trabajos de sostén hace nuestras vidas insostenibles. La casa dejó de ser refugio y la separación física entre el espacio doméstico y la calle se hace mínima, y entre la economía doméstica y la “economía productiva” que nos expulsa, se hace inmensa.
¿Cuántas y cuáles tareas domésticas hace cada una de las personas que viven en casa?, ¿por qué los espacios de la casa tienen cada uno de ellos una única función… cocina, dormitorio matrimonial, comedor?, ¿por qué la cocina es casi siempre pequeña y cerrada y se considera el “lugar de la mujer”?, ¿por qué el pesado trabajo cotidiano nos acaba aislando y la propia casa puede ser para nosotras, para nosotres, el espacio más ajeno, inseguro y alienante que podemos habitar?, ¿cómo sacar nuestro cuerpo de las desigualdades y jerarquías familiaristas y de género que se ocultan en la estructura de casa: entre el salón, comedor, cocina, baño, lavadero, dos habitaciones, pasillo…?
Ante estas mismas preguntas las mujeres del Feminismo Material (EEUU 1860 – 1930) [1] abrieron el debate en estos términos:
¿Hay que abolir el espacio doméstico?, ¿o en cambio hay que producir una extensión de la esfera doméstica, de modo de hacer del mundo una casa común?
Estamos ante la imperiosa necesidad de reconducir el proceso de reproducción social hacia modos cooperativos. De salir a construir una ayuda mutua de emergencia. Tomar el camino de construcción de una nueva vida cotidiana y de otras formas (posibles) de habitar nuestros mundos. De construir y vivir en términos feministas.
Tomar el poder sobre los propios trabajos y espacios, en las casas y en el barrio, asumiendo la responsabilidad de rehabitar el mundo.
ABRIR LAS COCINAS – ABRIR LAS CASAS
Sacar los cuidados y a quienes los asumen del rincón doméstico y hacerlos visibles, compartidos y conversados en los espacios comunes y públicos, en las veredas, en los espacios comunitarios, en los centros de salud, en los bares, en las fiestas, en las escuelas, en los patios y parques.
Romper la frontera del adentro-afuera. Construir continuidad entre la casa y la calle y las casas de lxs otrxs.
No solemos tomar las decisiones de la vida cotidiana-doméstica con otra o en grupo, quizá hay que comenzar por eso: la vecindad es una relación vinculada a problemas materiales, de logística, a problemas comunes que no son de ninguna y son de todas, una relación a la que corresponde la pregunta acerca del cómo queremos vivir juntxs, que es la pregunta política por excelencia.
Las vecinas podemos hablar acerca de qué tipo de apoyos mutuos necesitamos, por ejemplo, ayudarnos en el aprovisionamiento de la casa, acompañarnos en problemas de salud. Podemos abrir las casas y compartir espacios, por ejemplo: el comedor grande de una, que nunca se usa, para hacer gimnasia, en el patio de tierra de la otra plantamos unas lechugas, en aquella terraza festejamos con lxs niñxs, transformando así espacios “privados” en espacios intermedios.
Podemos compartir la conexión de wifi, los trastos de la cocina, las herramientas, los conocimientos, los juguetes de lxs niñxs.
Pensar qué NECESIDADES – RECURSOS – PROCESOS – RELACIONES – ENERGÍAS podemos activar para poner nuestras vidas en común exteriorizando lo doméstico y las actividades de cuidado.
Y, mientras tanto, si podés, demolé el tabique que cierra la cocina, o abrile una ventana, si no podés extendé la cocina al comedor. Hacete un sitio: una mesita, una taza, una planta, un libro, tus cosas. Toma un espacio solo para vos.
COMO CUANDO LAS MUJERES LAVABAN JUNTAS EN EL RÍO
Una vez que conseguimos crear una red mínima de espacios de relación, demos un nuevo cometido a las tareas cotidianas: cocinar o poner la mesa pueden ser modos y momentos de encontrar soluciones.
Hacer un grupo de wassap, hacer tareas de mantenimiento y decoración de esos espacios puestos en común, dar y recibir cuidados entre las personas del grupo, dialogar, escuchar, tomar decisiones, corresponsabilizarnos.
Socializar las tareas domésticas: el cuidado de lxs pibxs, las compras, las comidas y así comenzar a pensar más allá, la salud, la alimentación, y más allá, en el cuidado como una ética: una buena vida cotidiana, saludable, compartida con lxs más chicxs y lxs mayores.
Construir colectivamente los vínculos y los sentidos de la vida que se desea, en un espacio común.
Vamos de a poco hacia la construcción colectiva del habitar feminista…
TIERRA PARA VIVIR
Necesitamos un programa para darle vueltas al habitar…
¿Qué necesitamos? ¿Qué deseamos? ¿Cómo sería un habitar feminista?
(Comienza una que ya esta dispuesta a soñarlo…)
- Darnos refugio.
- Franquear umbrales.
- Ejercer hospitalidad.
- Vivir juntxs. Desarrollar una vida propia y ser parte de la vida de las demás.
- Poner vida y cuidados al centro.
- Las diferentes actividades y sus espacios de apoyo, que sean interdependientes, reduciendo distancias y jerarquías entre actividades y espacios de estar, tanto públicos como privados.
- Usos múltiples de cada espacio, fácil transformación de las distintas áreas.
- Todo lugar común debe ser accesible y permitir la crianza de lxs más chicxs.
- Los recorridos los queremos seguros, con salidas alternativas, bien Iluminados, sin zonas oscuras, sin zonas desérticas o vacías.
- Viviendas dignas donde los espacios tengan posibilidad de varios usos, la cocina siempre integrada en el sitio de estar de todos los de la casa, para uso de todxs.
- Conexiones espaciales y visuales de las casas hacia las zonas comunitarias, cercanas y transparentes (buena visibilidad: ver y poder ser vista).
- De la tierra: aprovisionamiento y soberanía alimentaria.
- Huertos, granja y espacio de animales
- Zona de basuras y reciclaje. Compostaje comunitario
- Jardín
- Para producir, reparar, mantener:
- Cuarto y taller de bicis y cochecitos
- Banco de ayudas técnicas
- Taller de costura, ropero comunitario
- Taller de herramientas y manualidades
- Lavarropas comunitarios
- Coche, furgoneta compartidos
- Tablón de anuncios
- Del buen vivir y la hospitalidad:
- Espacio de café y charla con sillones, lugar de encuentro, sala con fuego
- Habitación para invitados
- Refugio: fmilias de visita, de paso, personas a proteger
- Para la crianza:
- Muchos lugares de juego cercanos y seguros al aire libre y espacios de juego al cubierto
- Espacio de descanso, cuidado emocional y refugio de lxs chicxs
- Espacio de apoyo escolar
- Educación de todxs:
- Sala de gimnasia, de presentaciones, de proyecciones
- Biblioteca, lecturas, sala de computación, internet
- Zona de picnic y de reuniones al aire libre
- Salud de todxs:
- Salita de primeros auxilios, enfermería. Apoyos y atención para la salud
- Alimentación comunitaria:
- Comedor-cocina comunitaria
- Auto-aprovisionamiento: despensa, espacio de mercado e intercambio
FEMINISMOS PARA HABITAR II
Ya lo sabemos, porque ya lo hicimos…
Cuando las Madres de Plaza de mayo pusieron en común su búsqueda y su lucha, supieron que era imprescindible una casa, una cocina de todas.
Cuando Silvia Federici visitó Buenos Aires en 2018, una esquina cualquiera de barrio se pudo transformar en un hermoso auditorio y la ochava en escenario con una bandera inmensa que decía… “¿Qué significa estar creando otro mundo?”
Cuando las mujeres de la Plataforma contra los desahucios de Vallekas, en Madrid ocuparon una casa de la Sareb (La Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria!) pusieron el cuidado en el centro, ese cuidado lo defendieron sus vecinas una mañana de agosto y pararon el desalojo.
Cuando las amigas se juntan los sábados y hacen de los terrenos abandonados del ferrocarril huertas comunitarias y espacios de cuidado: soberanía alimentaria y soberanía de la salud.
Cuando las Feministes de Pati (Barcelona) decidieron destinar sus recursos para hacer accesible el baño del Ateneo Rosa de Foc, donde hacen sus actividades.
Cuando Marielle Franco imaginó para las favelas de Río de Janeiro las Casas de Parto y los Espaço Coruja (espacios para niñxs de madres y padres con trabajos nocturnos).
Cuando miles y miles de pañuelos verdes ocuparon las calles de Buenos Aires una noche entera, haciendo de la ciudad una casa masiva de todas.