Entrevista realizada por Andrea A. Gávez y publicada en Cuarto Poder.
Verónica Gago y Lucía Cavallero son investigadoras y docentes de la Universidad de Buenos Aires y participan activamente del movimiento argentino «Ni Una Menos». En la organización de las huelgas feministas internacionales empezaron a preguntarse cómo se relacionaba la deuda estatal contraída por el gobierno de Macri con el endeudamiento masivo que se daba especialmente en mujeres y disidencias sexuales. “Sacar del closet la deuda implica desafiar su poder de avergonzar y de funcionar como un asunto privado con el cual nos enfrentamos haciendo cuentas a solas”. Es por eso, que, con la proclama “Vivas, Libres y Desendeudadas nos queremos” desplazaron este problema al espacio público, así nació su libro “Una lectura feminista de la deuda”, donde explican la relación entre las violencias financieras y las violencias machistas desde Argentina, el país más endeudado de América Latina.
Los procesos de endeudamiento han supuesto la recolonización de América Latina.
Sois autoras del libro Una lectura feminista de la deuda, ¿por qué era necesario plantearlo?
En el contexto de la organización de la huelga internacional feminista, empezamos a plantear de qué hablábamos cuando decíamos que la violencia machista estaba directamente relacionada con violencias económicas y financieras. Comenzamos a ver un fenómeno que no estaba siendo diagnosticado y es que el proceso de endeudamiento público de Macri se estaba derramando en el endeudamiento de la vida cotidiana, especialmente dirigido hacia mujeres, lesbianas, trans y travestis.
¿Por qué concretar la deuda es un gesto feminista?
Se trata de pensar los procesos económicos desde los efectos en la vida cotidiana. Es feminista porque ponemos narraciones y cuerpos concretos a lo que significa ese endeudamiento. Hacer esto es ir en contra del funcionamiento por excelencia de las finanzas que justamente es mostrarse como un proceso que no tiene nada que ver con el cuerpo ni con el trabajo. A través de la narración de su funcionamiento en las economías domésticas, populares (mayoritariamente no-asalariadas) y asalariadas desafiamos su poder de abstracción.
Por poner imágenes, ¿para qué se endeuda la gente en Argentina?
Antes, el crédito se utilizaba para ropa, electrodomésticos y excepcionalidades de la vida cotidiana. En los últimos años, se dio un fuerte empobrecimiento, se intensificó la inflación y se recortaron los servicios públicos, esta situación provocó que el endeudamiento se utilizara para garantizar la propia subsistencia.
Hoy en día la gente se endeuda para pagar gastos cotidianos como comprar comida, medicamentos o pagar tarifas de servicios básicos como agua, gas o electricidad.
«Hoy en día la gente se endeuda para pagar gastos cotidianos».
¿Cómo se da el proceso de endeudamiento en las mujeres?
A través de los subsidios estatales principalmente. Vimos cómo el 90% de las mujeres que perciben asignación universal por hijo estaban endeudadas. A causa de la inflación los subsidios estaban cubriendo una porción muy pequeña de las necesidades básicas y se estaban utilizando para endeudarse. A partir de ahí, empezamos a ver cómo se daba el endeudamiento en los diferentes territorios. De este modo, incluimos en nuestro diagnóstico: mujeres migrantes, mujeres jóvenes, campesinas, etc.
Argumentáis que la deuda genera determinados tipos de obediencia específicamente en mujeres y disidencias sexuales, ¿por qué?
Sí, la deuda genera economías de la obediencia que son economías de la violencia. En la mayoría de los casos el endeudamiento resta autonomía a los cuerpos feminizados, aunque a veces permite hacer algunas cosas como comprar un regalo o arreglar la casa, pero al mismo tiempo arma toda una red de obediencia. Muchas veces la deuda no permite decir no cuando se quiere decir no.
No es una mera transferencia monetaria sino que también organiza relaciones sociales al interior de las familias y en los territorios. Muchas compañeras nos contaban cómo el endeudamiento fragilizaba las amistades del barrio o entre familiares y cómo hay mujeres que, por estar endeudadas, no pueden salir de una situación de violencia en el hogar.
Según vuestro libro, a las mujeres se las explota más en tiempos difíciles.
Sí, a medida que la crisis económica recrudece hay un cierto reconocimiento generalizado de que son las mujeres y los cuerpos feminizados las que mejor se hacen cargo de las economías domésticas en tiempos de crisis. «Hacer malabares para sostener la vida». Lo que decimos es que hay un mandato de género en el “hacer malabares” en situación de precarización extrema y ajuste, que además es explotado por el sistema financiero. Se trataba de entender cómo la deuda extrae valor de las economías domésticas, de las economías no asalariadas, de las consideradas históricamente no productivas, para identificar cómo los dispositivos financieros funcionan como mecanismos de colonización de la reproducción de la vida.
¿Se extendió el endeudamiento?
Lo que hemos visto en los últimos años, es que el nivel de capilaridad e individualización de la deuda, de la traducción de ese nivel macro público- estatal al nivel individual-familiar, es cada vez más fuerte. Lo que hicimos fue tratar de leer ese círculo completo del endeudamiento y ver cómo se ha preparado políticamente la escena para que la deuda pase a ser una realidad inmediatamente individual y cotidiana. Una vez que está socialmente instaurado que las personas van a ganar menos de lo que necesitan para vivir, las redes de endeudamiento se expanden, llegando a territorios y a poblaciones que históricamente fueron excluidos del sistema financiero, pero que además fueron categorizados como no productivos, y que de repente, se vuelven un objetivo de los dispositivos financieros.
Comentáis que la deuda es un modo de gestión de la crisis, ¿cómo se produce?
Antes, en general, el hecho de tener empleo garantizaba la reproducción de la vida. Sin embargo, hoy trabajamos, tenemos un salario y esto no garantiza la reproducción mínima. Una vez instaurada esa realidad, la gente queda obligada a endeudarse, no porque quiera acceder a ciertos bienes sino simplemente para subsistir. En Argentina en otros momentos de crisis, el más reciente es el 2001, cuando había falta de comida se salía a la calle y se hacia una organización para el reclamo de comida.
¿Por qué no estalla?
Hoy en día, se cree que el problema se soluciona de manera individual con la tarjeta de crédito en el supermercado o con el prestamista del barrio. La deuda es una tecnología política de contención del conflicto, es suponer que cada fin de mes va a solucionar lo que no resuelve el trabajo o el salario. La paradoja está en que, en principio, garantiza la reproducción de la vida, pero a costa de mayor explotación a futuro. Es también una manera de ir postergando la contradicción que se presenta cuando el salario no es suficiente para vivir.
«Hoy trabajamos, tenemos un salario y esto no garantiza la reproducción mínima»
¿Por qué no estalla?
Hoy en día, se cree que el problema se soluciona de manera individual con la tarjeta de crédito en el supermercado o con el prestamista del barrio. La deuda es una tecnología política de contención del conflicto, es suponer que cada fin de mes va a solucionar lo que no resuelve el trabajo o el salario. La paradoja está en que, en principio, garantiza la reproducción de la vida, pero a costa de mayor explotación a futuro. Es también una manera de ir postergando la contradicción que se presenta cuando el salario no es suficiente para vivir.
Sin embargo, se desplaza hacia el interior de las familias.
Es una maquinaria de contener la conflictividad pero que al mismo tiempo implosiona en los hogares, en la violencia doméstica y en los cuerpos, produciendo insomnio, ansiedad, estrés, malhumor y problemas de salud en general. No evita el conflicto sino que lo desplaza hacia el interior de los hogares sin colocar el conflicto con el capital ni con los bancos o con el patrón, por ejemplo. El problema se introyecta y nos sentimos responsables únicos de las dificultades para devolver el dinero prestado.
En un contexto macro, la deuda soberana marcó el ritmo político y económico del continente, ¿cómo leéis estos ciclos de endeudamiento?
Los procesos de la deuda en América Latina se traducen en políticas concretas que afectaron directamente a la población. Por ejemplo, el paso de las dictaduras a las democracias se dio a través del endeudamiento de los estados nacionales. También en los años 90, se celebró el famoso Consenso de Washington, que acordó la aplicación de paquetes neoliberales y exigencias de ajuste sobre los países latinoamericanos provocando ciclos de austeridad y pobreza que continúan hasta nuestros días.
En general, los procesos de endeudamiento han supuesto la recolonización del continente. La mayoría de las veces, el dinero se presta a los gobiernos latinoamericanos a cambio de una promesa de explotación sobre ciertos territorios, normalmente a través de nuevos proyectos extractivos que provocan desposesión generalizada en la región.
Los procesos de la deuda en América Latina se traducen en políticas concretas que afectaron directamente a la población.
Hace unas semanas los organismos multilaterales anunciaban el “alivio” de la deuda de los países más pobres, la mayoría de África. ¿En América Latina habrá reestructuraciones de la deuda?
A nivel global, no de modo homogéneo, pero aparece cierto consenso contra las políticas de austeridad en este momento, justificado en términos de crisis humanitaria. Está en disputa este precario consenso. Si realmente supondrá la revisión de los ciclos de deuda o la no austeridad de este momento se financiará con más deuda a futuro o si justamente esta exigencia permite releer en otra clave cómo se llegó a este momento. Es un escenario que está muy abierto y en disputa.
¿Este “consenso” antiausteridad producirá nuevas expresiones del capital?
Los impactos de esta crisis son globales en el mundo financiero, por un lado lo podemos ver como un nuevo momento de acumulación originaria y relanzamiento el capital, por ejemplo a través de la flexibilización del trabajo, pero también este nuevo orden está en pugna. Lo que quedó claro en este tiempo es que: el dinero está disponible y la decisión es política.